“Me da tiempo a frenar”. “Si ya lo he visto”. “No voy tan rápido”. “Sabía que él me iba a ceder el paso”. “Voy a la velocidad legal”.
Seguro que muchas de estas frases os resultan familiares, bien porque salen habitualmente de vuestra boca o bien porque las escucháis.
El caso es que conducir bien es un concepto bastante subjetivo, porque tiene dos vertientes. La primera sería la técnica, pongamos tener las mismas habilidades que se necesitan para competición. Pero hay una segunda, normalmente desde el punto de vista del pasajero, que viene siendo la sensación de tranquilidad para él.
Y lo curioso es que los del primer grupo no suelen contar con la bendición de sus pasajeros, y probablemente no les falte razón. Por disfrutar de la conducción y por asumir más riesgos se convierten en conductores poco agradables.
No vamos a entrar a discutir si una persona con buenas manos para conducir suele asumir más riesgos y por tanto es más peligrosa, porque todos los que tenéis esas habilidades me diríais que vuestras capacidades están por encima de los riesgos. Pero lo que todo el mundo admitirá es que una conducción más “agresiva” es menos agradable para el pasajero.
Un ejemplo en carnes propias
Os pongo un ejemplo claro que me ocurrió el otro día. Circulando por una rotonda a velocidad normal. Me dirijo hacia una salida, pero en ese momento me doy cuenta que no es esa la que tenía que coger sino la siguiente. Doy un pequeño volantazo (que nadie se imagine una persecución de Vin Diesel porque sólo fue eso, una corrección de dirección) y pido perdón a mi acompañante por una maniobra poco elegante. “Sí, he visto el bordillo [exterior de la rotonda] cerca”, me contesta.
El caso es que, para mí, eso no es conducir bien. Mi acompañante no sabía que antes de girar el volante, en esa pequeña fracción de segundo, miré por el retrovisor izquierdo y por el rabillo del ojo (por el ángulo muerto) para comprobar que no tuviese nadie detrás, comprobé que nadie iba a entrar en la rotonda, y que en mi trayectoria no había ningún coche.
Por las circunstancias de la vía y del coche no habría problemas de adherencia, ni la corrección de dirección era grande. Aun en caso de equivocarme (pongamos que hubiese una probabilidad entre 100, porque siempre existe) como mucho hubiese golpeado un bordillo con una rueda. Para mí esto es un factor importante, porque en un adelantamiento no correría un riesgo ni de un 1%.
Moraleja
Pero el caso es que, aunque la maniobra fuese técnicamente correcta, no es elegante para el acompañante, y por tanto no se le puede denominar conducir bien. La moraleja es que el criterio de conducir bien o mal no es el del conductor, que puede tener muy claro que no hay peligro (lo haya o no). Además debemos ser conscientes de qué opinan nuestros acompañantes o los demás usuarios de la vía, tener esos soft skills o “habilidades sociales de trato correcto con los demás”.
Si alguien dice que “controla”, realmente controlará todos los parámetros de la conducción. Y uno muy importante es la percepción de las demás personas. Si no sabes qué pasa por la cabeza de la señora que está cruzando delante, yo dudaría también de la sensación de saber qué está pasando entre la rueda y el asfalto.
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